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Venezuela: Ponencia a LAUICOM, Universidad internacional de la comunicación, en el taller «La mentira como arma de guerra»

Por Geraldina Colotti.

Mentiras y censuras en nombre del “pluralismo”

Gracias a la rectora Tania Diaz, a Fernando Buen Abad, gracias a todo este extraordinario equipo de Lauicom que tuve el honor de acompañar desde el inicio. Gracias a esto precioso lugar de resistencia y de propuestas, porque la batalla de las idea es fundamental para contrarrestar la estrategia de la confusión de la mediática imperialista.

El embajador de Rusia en Venezuela citó aquí, en su ponencia, una operación de manipulación mediática contra su país, orquestada por uno de los diarios italianos más importantes. Este periódico, el cuarto de circulación nacional, propiedad de un gran grupo editorial, publicó en primera pagina una imagen relativa a un ataque con misiles sufrido por la población civil de habla rusa de Donetsk, pero «enmarcándola» con títulos que señalaban a los rusos como culpables de la masacre de civiles ucranianos.

Frente a algunas protestas – no muchas, de verdad -, el director del periódico rechazó las críticas, aclarando que no fue un error, sino una elección consciente que invitaba, sin atribuir la foto a nadie, a reflexionar sobre el «horror de la guerra». Lástima que todos los títulos que rodeaban la fotografía hacían creer que se trataba de una masacre sufrida por civiles ucranianos, señalando a los rusos cómo culpables de esto “horror”. Sin embargo, el director lo definió como un ejemplo de pluralismo. Además, se burló públicamente de un antiguo colaborador, un profesor, que se atrevió a protestar y, sobre todo, que fue candidato del Partido de la Refundación Comunista.

Este tipo de censura, basada también en el desprestigio profesional de quienes estarían «demasiado alineados» con los que no se arrodillan al imperialismo para ser creídos, es un mecanismo que se ha extendido tras el llamado «fin de las grandes ideologías», que ha impuesto la peor de las ideologías: la del fin de las ideologías. Lo hemos visto y lo vemos hacia Venezuela, dentro y fuera del país (todo lo que dice Maduro es falso, todo lo que se dice contra Maduro es cierto), pero lo vemos para cualquier argumento que vaya más allá de las verdades del régimen establecido por Washington y su aliados, y que tenga que ver con el socialismo.

Así que hay “códigos semánticos” obligatorios por los periodistas, a partir de las agencias de prensa nacionales y internacionales que replican la posición de los Estados Unidos.

Así que, mientras que Israel o Colombia son, pase lo que pase, democracias, y se les aplica el mismo tratamiento semántico respetuoso que a los gobiernos capitalistas, a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, siempre se le dice “dictadura” o “régimen” en un sentido negativo, dando por supuesto que el socialismo sea autoritario y dictatorial. Podría citar muchos casos, como durante una elección en Venezuela en la cual, por supuesto, los medios europeos respaldaban descaradamente a la oposición venezolana, y una agencia de prensa ha escrito: “En fin los ciudadanos venezolano tendrán la ocasión de liberarse de 100 años de chavismo…”.

Ahora, es verdad que para nosotras y nosotros Chávez es el comandante eterno, pero desafortunadamente desapareció físicamente en 2013 y el proceso bolivariano empezó en 1998. Y cuando, después de 10 años de guerra popular, el Nepal se liberó de una centenaria monarquía, como en la disputa electoral estaban casi todos partidos comunistas, los periodistas ya no sabían a qué santo apelar para substituir la palabra comunista con dictadura.

Entretanto, el Parlamento europeo votó dos veces una resolución para equiparar nazismo y comunismo. Entretanto, la señora Bachelet, a pesar de haber sido victima del pinochetismo, abraza el nazi venezolano Lorent Saleh (que hoy está defendiendo los nazis ucranianos), entregándole el premio por la libertad de opinión. Y hoy, los nazistas ucranianos son “victimas” del “oligarca” Putin.

Hay un cortocircuito en el lenguaje periodístico que deriva de la imposición ideológica. Esto aumenta la confusión en un país que ha perdido la memoria histórica, después que la burguesía ha derrotado el extraordinario ciclo de lucha de los años 1970-80 en el cual, como en Venezuela en la IV República se combatieron las democracias camufladas, también con las guerrillas.

Desde años, lo que vemos manifestarse en Europa es sobre todo un pacifismo que, por ser contra todas las guerras, termina por ser también contra la lucha de clase y el derecho a defenderse cuando te ponen un perro rabioso a la puerta de tu casa, que espera para matarte.

Después, pasó lo que pasó después la derrota de la Comuna – los invito a leer lo que los intelectuales burgueses de la época escribían del revolucionario Aguste Blanqui para descalificarlo y que se parece tanto a lo que dicen hoy de los chavistas -: se ha destruido la memoria histórica y, por el miedo que ha sentido, la burguesía ataca con todos los medios, también con la xenofobia y hasta defender el nazismo, todo lo que parece reproducir este miedo.

No tenemos que olvidar que siempre la burguesía se sirve del nazismo hasta cuando el se va fuera de control y entonces intenta cambiar de caballo. Para ir más atrás en la historia, no tenemos tampoco que olvidar que las llamadas fake news empiezan por lo menos desde la antigua Roma. Y que la peor fake news de la historia ha sido aquella perpetrada contra la mujer, mediante la descalificación y las persecuciones como la Santa Inquisición.

Pero hoy, frente a la innovación tecno científica, controlada por el gran capital internacional, a la cual han pero tenido acceso también las masas populares, las cosas se han complicado. Y aquí cabe resaltar los contenidos de la extraordinarias ponencias sea de la ministra Gabriela Jiménez, sea del ministro Ernesto Villegas.

La que acabamos de describir antes, técnicamente no es una fake news, pero quizás sea aún peor, porque en esencia fue un fraude razonado contra los lectores. Una operación que nos permite observar de cerca los mecanismos, descarados o tortuosos de la propaganda bélica, que en Italia y en Europa hemos tenido oportunidad de observar en las más diversas facetas contra la Venezuela bolivariana en la época de las guarimbas y también posteriormente durante la pandemia, cuando incluso Venezuela ha desaparecido de las estadísticas de muertos por covid, porque ha tenido éxito, o siempre ha aparecido acompañada de la advertencia de que esos datos no debían considerarse seguros porque «la dictadura» maquilla las estadísticas.

¿Qué mecanismos vemos actuando en esta coyuntura con la complicidad de los medios? Mientras tanto, asistimos a un ejemplo de ese bombardeo cognitivo que Tania ha evocado aquí refiriéndose a los planes de la CIA y el Comando Sur, que actúa sobre la inteligencia emocional para desviar y pilotar sus reacciones. Allen Dulles, quien fundó y dirigió la agencia de inteligencia estadounidense durante 8 años, de 1953 a 1961, ya lo había explicado en su libro El arte del servicio secreto: «El objetivo final de la estrategia a escala planetaria -escribió-, es derrotar a nivel de ideas las alternativas a nuestra dominación, por medio del desgaste y la persuasión, la manipulación del inconsciente, la usurpación del imaginario colectivo y la recolonización de utopías redentoras y libertarias, para crear un producto paradójico y perturbador: que las víctimas comprendan y compartir la lógica de sus verdugos».

Un método probado y verificado, en Italia como en Francia o en España, porque el constante llamamiento a la emoción, con juicios televisivos y lágrimas llenas en una sociedad victimista, inconsciente y feroz, forma parte del espectáculo montado para obtener la complicidad de los dominados. La emoción, la apariencia y no el análisis y la razón, se convierten entonces en uno de los principales resortes de expresión social y de acercamiento a los acontecimientos.

Una táctica que sirve para encubrir la hipocresía de los gobernantes que, por ejemplo, se conmueven por el niño migrante muerto en el mar, pero no hacen nada por resolver las causas que producen su fuga, efectivamente. Hablan de ética, pero imponen las razones del lucro. En Italia sucede que los cursos de actualización sobre ética en el periodismo los dan las oficinas de prensa de las multinacionales, la mismas que organizan las jornadas del agua (que privatizan).

Hay que manipular, distorsionar, paralizar, hacer de los dominados consumidores de emociones desde el sofá y no protagonistas de sus propias decisiones. Cuanto más individualista y feroz es la sociedad capitalista, incapaz de captarse a sí misma como un compuesto de seres sociales, más apela a las emociones para crear pertenencia entre agregados resentidos a los que dar un blanco más debil al que golpear, para distraerlos de su pobre vida de zombis sumisos.

Por eso, con razón, LAUICOM ha demostrado que el ataque del imperialismo se dirige a la comunidad solidaria, la identidad colectiva, el territorio donde se construye el tejido social. Al hacer cosas juntos y juntas, compartimos emociones positivas, lloramos, reímos, bailamos juntos, pero para sembrar semillas de futuro, no mentiras ni reacciones tóxicas. Sin embargo, no solo en sociedades complejas, sino también aquí, hemos visto la estrategia de la emoción desatada durante las guarimbas, en el odio exacerbado a toda costa, al punto de quemar vivas a las personas.

La pérdida de una visión global deriva de la fragmentación de los territorios, de la fragmentación del proceso productivo que, con la desaparición de la gran fábrica, impide al trabajador captarse a sí mismo como creador del producto y de un mundo nuevo, de resaltar el conflicto de clases que subyace en las decisiones de los gobiernos.

Surge así una «verdad fragmentada», un revoltijo de opiniones sin constructo en el que nadie parece saber realmente cuál es la verdad, nadie parece querer reconocer su parte de responsabilidad en el desastre, cada uno se aferra a sus propias opiniones volátiles de café, negándose a considerar versiones alternativas de los hechos. De la balcanización de los territorios llegamos a la balcanización de los cerebros y las conciencias.

Para orientarse en un mundo fragmentado y balcanizado tras la caída de la Unión Soviética, habría que apelar a la historia, como historia de la lucha de clases. Y para interrogar las narrativas históricas, y distinguir las narrativas tóxicas, habría que analizar las fuentes, insistir en lo que algunos analistas han definido como las siete C de la historia; cronología, contexto, coherencia, completitud, causalidad, comparación y cui prodest.

En cambio, ha prevalecido la historia de los ganadores, una historia de sentido único que acompaña el proceso de globalización del capital financiero, y que al máximo se lee con la lente conspiranoica. Al igual que la burbuja financiera sin un soporte real de producción, la información-mercancía sirve de cubierta artificial por los intereses del gran capital internacional y sus derivaciones locales.

Hablando de comunicación, Héctor Rodríguez tenía razón al poner en primer plano en el análisis la realidad concreta, que es la realidad del enfrentamiento de clases. Es desde la posición en el mundo, desde la elección de campo que se ha decidido hacer, que se comunican el mensaje, los contenidos y las formas para hacerlo llegar efectivamente a su destino. La neutralidad no existe. Hay oportunidades de encontrar diferentes perspectivas, pero claras y bien definidas a partir de la objetividad de los hechos que, sí, existe.

En ese sentido, aplica nuevamente el consejo que dio Fidel: si tienes dudas sobre en qué campo tomar partido, mira dónde está el imperialismo y ponte del otro lado.

Tomado de Resumen Latinoamericano Argentina.

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