Culturales

Las Gardenias de Isolina

La impresión primera con ella es que se tomaba su jerarquía muy naturalmente. Isolina Carrillo Estrada no creía en solemnidades, y ese puesto de diosa que le confirieron millones de amantes del bolero lo asume con gracia, naturalmente, en verdad.

Pudimos conversar con ella concediéndonos un aparte durante una entrega de premios del sello EGREM, en un acogedor espacio habanero.

Resultaba imposible deducir sus años. Esbelta y de baja estatura, con una hermosa piel negra, y sonriente. Imposible, pero vio la luz primera en La Habana el 9 de diciembre de 1907, y entonces dijo que había nacido prácticamente dentro de una orquesta.

“Mi padre, Crispín Carrillo, tenía una orquesta. Él era músico de verdad. Tocaba bandurria, tocaba guitarra y también le metía a la percusión. Ahora yo te digo a ti que a pesar de eso yo no creo que me haya inclinado hacia la música porque mi padre me la haya inculcado. Yo andaba por la casa, como cualquier niña normal. Yo creo que el asunto me vino de ver tanto a mi hermano solfeando, porque ese sí quería ser músico. Y mira tú que mi hermano vivía con el do re mi para todas partes y yo me ponía a remedarlo. Creo que fue ahí cuando empecé a ver el asunto medio en serio. Mi hermano se llamaba Luis, Luis Carrillo. Con el tiempo se hizo director de orquesta, como mi papá”.

Tratamos de establecer la cronología de aquél aprendizaje y logramos saber que a sus 10 años ya Isolina estaba en clases de piano porque quería dar conciertos. Y no sólo eso. Sabemos que se unió a la Charanga de su papá para tocar en los cines, tal y como se acostumbraba en esa etapa del cine mudo.

“Papá dirigía, Luis tocaba la flauta y yo el piano. Era bonito. A los 13 años, en 1920, ya era pianista acompañante de quien lo solicitara porque mi papá me daba permiso. También trabajé como pianista suplente de la Orquesta de Calixto Allende, que actuaba en el cine silente Strand; más tarde lo haría en el Hisperia y el Favorito”.

Su etapa de compositora no había comenzado todavía.

Las Manos en la Musa

Entre saludos y abrazos Isolina nos dijo que su sueño de concertista duró poco. Y contó que esa etapa de esplendor de los cines fue efímera.

“El asunto comenzó a ponerse feo para todos, sobre todo en lo económico y hubo que ponerse pa’ las cosas. Así que me hice, sin más, pianista acompañante de lo que fuera, de quien fuera. Yo cantaba. Yo estudiaba canto y a los 15 ya había terminado mis estudios de piano, pero lo de “estrella” lo dejé para los sueños. Había que vivir, mulata, había que vivir…”.

La impresión primera con ella es que se tomaba su jerarquía muy naturalmente. Isolina Carrillo Estrada no creía en solemnidades, y ese puesto de diosa que le confirieron millones de amantes del bolero lo asume con gracia, naturalmente, en verdad.

Pudimos conversar con ella concediéndonos un aparte durante una entrega de premios del sello EGREM, en un acogedor espacio habanero.

Resultaba imposible deducir sus años. Esbelta y de baja estatura, con una hermosa piel negra, y sonriente. Imposible, pero vio la luz primera en La Habana el 9 de diciembre de 1907, y entonces dijo que había nacido prácticamente dentro de una orquesta.

“Mi padre, Crispín Carrillo, tenía una orquesta. Él era músico de verdad. Tocaba bandurria, tocaba guitarra y también le metía a la percusión. Ahora yo te digo a ti que a pesar de eso yo no creo que me haya inclinado hacia la música porque mi padre me la haya inculcado. Yo andaba por la casa, como cualquier niña normal. Yo creo que el asunto me vino de ver tanto a mi hermano solfeando, porque ese sí quería ser músico. Y mira tú que mi hermano vivía con el do re mi para todas partes y yo me ponía a remedarlo. Creo que fue ahí cuando empecé a ver el asunto medio en serio. Mi hermano se llamaba Luis, Luis Carrillo. Con el tiempo se hizo director de orquesta, como mi papá”.

Tratamos de establecer la cronología de aquél aprendizaje y logramos saber que a sus 10 años ya Isolina estaba en clases de piano porque quería dar conciertos. Y no sólo eso. Sabemos que se unió a la Charanga de su papá para tocar en los cines, tal y como se acostumbraba en esa etapa del cine mudo.

“Papá dirigía, Luis tocaba la flauta y yo el piano. Era bonito. A los 13 años, en 1920, ya era pianista acompañante de quien lo solicitara porque mi papá me daba permiso. También trabajé como pianista suplente de la Orquesta de Calixto Allende, que actuaba en el cine silente Strand; más tarde lo haría en el Hisperia y el Favorito”.

Su etapa de compositora no había comenzado todavía.

Las Manos en la Musa

Entre saludos y abrazos Isolina nos dijo que su sueño de concertista duró poco. Y contó que esa etapa de esplendor de los cines fue efímera.

“El asunto comenzó a ponerse feo para todos, sobre todo en lo económico y hubo que ponerse pa’ las cosas. Así que me hice, sin más, pianista acompañante de lo que fuera, de quien fuera. Yo cantaba. Yo estudiaba canto y a los 15 ya había terminado mis estudios de piano, pero lo de “estrella” lo dejé para los sueños. Había que vivir, mulata, había que vivir…”.

A pesar de la situación y los compromisos fue una etapa fructífera en su vida musical. Fundó en 1933 “Las Trovadoras del Cayo”. Posteriormente hizo un exquisito trío con Vicente González Rubiera (Guyún) guitarra, y Marcelino Guerra (Rapindey), cantante; integró el Quinteto “Siboney”, el Conjunto “Tropicuba” y el Trío “Sepia”. Inclusive conformó un conjunto vocal con el que saldría de gira por la América Latina.

Así prosiguió cantando ella y acompañando a intérpretes de Boleros, Rumbas, y, confiesa, sobre todo Tangos, que era la locura de entonces, muerto ya Carlos Gardel.

Radio y composición

Para 1938 tenemos a Isolina en la CMQ radio como repertorista y pianista acompañante. Con esas mismas condiciones llegó también a la RHC, la Radio Cadena Azul, de Amado Trinidad. Es allí donde se produce el salto cualitativo que la lleva al mundo de la composición, algo que nunca pasó por su mente.

“Era 1947 ya yo estaba en la Cadena Azul como pianista acompañante. Poco a poco fui, como quien dice, ascendiendo y llegué a ser lo que uno llama Directora Artística de varios programas de la Cadena, claro, programas musicales. Un día Amado Trinidad me preguntó si podía hacer la música para identificar un nuevo programa, y mira. Me puse pa’ las cosas y la hice. Fue un bolero. A ese bolero, con letra y todo, le di por título “Miedo de ti” y se convirtió en un éxito. Tan éxito, mulata, que lo llegaron a interpretar algunos notables de la época como Pedro Vargas y Eva Garza. A Amado Trinidad le gustó tanto el asunto que me puso a componer temas publicitarios (jingles dicen ahora) y así pasé a componer piezas para vender jabones de lavar ropa, y luego perfumes y productos de belleza para mujeres”. “Miedo de ti” fue su primer tema.

Confesó Isolina que lo de ella no fue inspiración, así como la llaman, sino aplicación y técnica, la que había aprendido desde sus días de estudiante de música. Tenía recursos, Isolina porque no era sólo el piano; era que tocaba guitarra, tres, trompeta, bongó, órgano, y además cantaba y dirigía.

Dos Gardenias

“Dos Gardenias” nació en 1948. Fue registrado el 23 de abril del mismo año 48. Fue un éxito inmediato. Yo no sé qué pasó con ese tema, porque la verdad, creo tener temas mucho mejores que ese. Pero así son las cosas. “Dos Gardenias” salió de un solo tirón y de un solo tirón le dio la vuelta al mundo. Yo no sé qué pasó con ese tema.

Quien primero interpretó este bolero fue mi esposo, Guillermo Arronte. Casi enseguida la interpretó Daniel Santos y el resto imagino que todos lo saben, porque mira tú la cantidad de versiones que han hecho con las Gardenias”.

Uno supone lo que pasó con “Dos Gardenias”. Forma parte de los temas que el colectivo se apropia, que hace suyos, como si lo hubiera compuesto cualquier mortal de cualquier país, a cualquier hora. Es el misterio de los inmortales aplicado a la música. Es el enigma del eco del alma de todos.

Isolina Carrillo nos ofrece títulos de temas compuestos por ella, excelentes en su criterio y que no tuvieron el vuelo de las dos gardenias. Ahí están “Increíble”, “Parte de mi vida”, “Castillos de sueños”, “Soy tu destino” y hasta el mismo “Miedo de ti”, entre los más de 75 que dejó registrados.

Durante ocho años realizó giras internacionales. Venezuela, Panamá, Puerto Rico, República Dominicana, Argentina, Uruguay, Chile, Perú y México le rindieron reiteradas ovaciones.

Al consultarle en torno a los artistas que más admiraba, respondió: “En Cuba uno admira a muchos porque, déjame decirte, y no lo tomes a mal, que los de aquí han sido los más grandes entre los grandes. No olvido la primera vez que canté junto al Benny. Yo no salía de mi embeleso. Merceditas Valdés, esa es grande entre los grandes. Elena, la misma Guillot, que fue la que me sustituyó en el Conjunto ‘Siboney’…Son muchos: Roberto Faz, Abelardo Barroso, el mismo Guillermo, el esposo de Merceditas, Bola de Nieve, Ñico, oye, te digo que son muchos. Ahora, de los extranjeros yo personalmente mantengo un gran cariño por Daniel Santos, porque paseó las “Dos Gardenias” por todas partes, desde que la grabó con la Matancera. También admiré muchísimo a Sadel, de tu país y a Toña la Negra, lo mismo que a Pedro Vargas. Son muchos también”.

Epílogo

Al momento de nuestra conversación con ella, seguía componiendo, creando.

“Toco de vez en cuando en algunos locales nocturnos, y me presento en televisión y en conciertos especiales. Parece que la gente no se cansa de mí. Todo lo que hago es porque me lo piden…

-¿Y el piano?

“Está en casa. Con ese doy mis clases. Y por placer toco mi guitarra y la mandolina”.

Isolina, la fundadora de ‘Las Trovadoras del Cayo’, la profesora de piano, la compositora por accidente se levantó de la silla donde bien acomodada había respondido nuestras interrogantes. Al levantarse ella nosotros nos levantamos también.

La que nunca buscó a nadie para que le cantara un tema, la que tenía el sentido de la transitoriedad de las cosas, la que se tomó siempre su fama naturalmente tiene, con seguridad, el corazón de todos los melómanos agradecidos de esta parte del mundo.

En definitiva sus “Dos Gardenias” siempre se han multiplicado.

Falleció en La Habana el 22 de febrero de 1996, por una falla cardíaca. Contaba con 88 años.

Tomado de TeleSUR.

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